Autoridad decente

La educación es, nadie lo negará, un tema permanentemente incandescente. La importancia que la sociedad atribuye (con acierto) a este proceso de formación humana hace que sea siempre motivo de disputa, debate y en algunos casos riña. No obstante, durante los últimos tiempos vamos encontrando ciertas circunstancias que nos hacen dudar (a mí me lo hacen, al menos) de que estas polémicas que se generan en la sociedad sean por así decirlo «inocentes». El lunes tuvo lugar en la Facultad de Educación de Salamanca una interesante mesa redonda con el título (si no recuerdo mal) «La autoridad del profesorado». Participaron miembros de CCOO, UGT, STES, ANPE, CSI/CSIC y de la Administración, todos ellos moderados por el profesor Ángel García del Dujo.

Bajo mi punto de vista, es importante que la sociedad se pregunte de forma permanente sobre los problemas de su educación (en este caso circunscrita al ámbito escolar) pero resulta seriamente perjudicial que estos debates estén siendo manipulados por algunos sectores. Y digo manipulados con todas las letras, puesto que así considero que está ocurriendo. Pienso que existe una «campaña ideológica perfectamente orquestada» para desprestigiar y desacreditar a la educación pública y que la inclusión, por parte de los medios de comunicación, de este debate en la agenda sólo es una pieza de todo este engranaje. Y vengo observándolo desde hace un tiempo.

No seré yo quien niegue que exista violencia en los centros escolares, que la hay; que la figura del profesor está desprestigiada, que lo está; que la escuela no es todo lo buena que debería ser… lo único que digo es que hay que ir más allá del alarmismo social que se está creando y analizar las causas de la aparición de ciertas noticias en los medios de comunicación.

Primero fueron los contenidos. Se decía que los chicos y chicas en la escuela no aprendían, que los contenidos habían menguado hasta casi su desaparición, presentando a los jóvenes españoles como unos incultos mequetrefes que no sabían hacer «la o con un canuto». Pero tuvieron que ser los sindicatos de profesores los que dijesen la verdad. Y es que lejos de encoger, lo que realmente ha ocurrido con los contenidos es que son inabarcables, están tan «hinchados» que se hace imposible tan sólo pararse en cualquier punto para dialogar, conversar o debatir en las aulas, esas cosas que nos gusta hacer a los que somos así de raritos. En palabras de Rafael Feito «No contentos con ignorar la realidad, cuando se entra en contacto con ella se distorsiona ¿cómo se puede sostener que los contenidos se han reducido? Se sabe que nuestro alumnado de la ESO carga cada día con más y más kilos de libros y cursa más asignaturas. Los contenidos son a todas luces excesivos» (1).

Después vino el fracaso escolar. Tras la publicación del informe PISA de la OCDE cundieron todas las alarmas. España se sitúa por debajo de la media de los países desarrollados en los resultados de sus alumnos. Para empezar me pregunto ¿alguna vez estuvimos por encima de la media? Si se dice que la educación está en crisis será porque pasa de un tiempo idílico, donde la situación era muy buena a otro donde los resultados empeoran. Pero, más importante ¿es la OCDE una organización educativa? que sepamos, la organización internacional para la educación por excelencia es UNESCO. OCDE, en cambio, como su propio nombre indica es la «Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico», yo lo de la Educación ahí no lo veo por ningún lado. ¿O sí? cada uno que juzgue por sí mismo.

En cualquier caso, los datos contradicen seriamente esa realidad además de no tener en cuenta diferentes aspectos. Sí es cierto que el Fracaso Escolar en términos estadísticos ha aumentado pero también lo es que la comparación no puede hacerse. No puede compararse un Sistema Educativo que «expulsaba» a muchos alumnos a los 14 años (casi el 40%)  de los centros escolares con uno que los integra, entre otras cosas porque si este asunto no se tiene en cuenta a la hora de manejar los datos estamos engañando al personal. Pero además, el nivel educativo no ha bajado. Al contrario de lo que se piensa, vivimos la época de la historia de España en la que más se lee, en la que hay más científicos en activo y en la que la población (especialmente la joven) es capaz de manejar mejor la tecnología. Quizá desde este punto de vista las cosas se vean distintas. Vuelvo a decir que el fracaso escolar es un problema mayúsculo en nuestro país, pero que parece que hay un interés desmedido en señalar que el sistema educativo está en una decadencia brutal, cuando no es realidad. Gimeno Sacristán, uno de los grandes pedagogos de este país lo dice de la siguiente manera, citando a Juan Delval: «los 100 primeros del sistema educativo son hoy mil veces más listos que los 100 primeros de hace veinte años. Pero los 100 últimos del sistema antes no estaban en el sistema«(2)

En tercer lugar vino la violencia en las aulas, y aquí ya se pasaron pueblo y medio. Hace tiempo Honorio Cardoso, una persona a la que admiro (y él lo sabe), nos contaba en un seminario sobre violencia escolar la cantidad de medias verdades que se cuentan en los medios. Y había un dato que era importante destacar al analizar el famoso Informe Cisneros. Sostiene Honorio que si fuese verdad que «el 90% de los alumnos y alumnas de los centros públicos dice haber sido testigo de violencia en las aulas» habría que cerrar todas las escuelas, imponer el toque de queda y que el Gobierno de la Nación dimitiese en bloque. Y es cierto. ¿Cuál es la trampa? Que en ese 90% lo mismo se incluye una amenaza con arma de fuego que poner un mote o «hacer el vacío». Y si a «hacer el vacío» lo consideramos violencia en los términos que se intuyen en ese tendencioso titular, podríamos decir que «el 90 o el 100% de los alumnos de la Universidad de Salamanca ve situaciones violentas todos los días». Y, por esa regla de tres, diríamos que la Universidad es una jungla peligrosa donde hay que con chaleco antibalas y, a ser posible, con un kalashnikov y unas granadas  (por si la cosa se pone fea con los del doctorado, que son los peores).  Pero cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de que esta situación no es real y que, asumiendo que «hacer el vacío» es una situación de violencia, ni puede ir en el mismo saco que amenazar con armas ni es prudente presentar ese tipo de titulares, porque corremos el riesgo de que cunda el pánico, como ha llegado a ocurrir. Los institutos no son junglas ni campos de batalla, como se nos intenta enseñar. O, si lo son, al menos no lo son tanto como dice Antena 3 (por poner el ejemplo de la desfachatez en estado puro).

El último de estos ataques es el debate sobre la autoridad del profesor. De nuevo, no dudo de que la autoridad del profesor, su figura profesional y la función que la sociedad le atribuye ha cambiado a lo largo de los años, es inevitable. Que hoy en día muchos profesores se sienten incapaces de mantener el orden en las aulas. Pero también creo que el debate se está saliendo de madre. Para empezar, por una ley absurda que no dice nada nuevo. Pretender decir ahora que los profesores han de ser autoridad pública es no ver que, por su régimen de funcionarios, ya gozan de protección especial. Lo peor de todo es pensar que la situación se va a solucionar por imponer un decreto ley en el que figure dicha consideración. Parece que forma parte de la idiosincrasia española el solucionar los problemas por decreto, y no con dinero, que es como se suele hacer.

Pero además pienso que el debate no es ese. Porque corremos el riesgo de que la fuente documental y científica para el análisis sea un aberrante «reality show» de actualidad. No es que el profesor tenga que tener la misma relación que tenían los profesores del franquismo; una autoridad autoritaria (valga la redundancia) basada en el miedo y la amenaza permanente. Como dice Socorro Belda, directora de instituto en una entrevista en http://www.ciudadrodrigo.net: «Yo no gano mi autoridad desde el grito o la amenaza. Yo no gano respeto desde el miedo. Yo no gano autoridad por ser la profesora. Ni por ser la directora. Gano autoridad en el ejercicio de mi profesión. Con la relación que establezco con mis alumnos. Y porque lo que les exijo a ellos también se lo doy. Porque nuestra relación es de persona a persona«. Y no creo que haya mejor forma de expresarlo.

Detrás de estas declaraciones de quien fuese mi profesora de Inglés ya en el triásico se encuentran los verdaderos problemas de nuestro sistema educativo. Para empezar, que tenemos un modelo del siglo XIX en pleno siglo XXI que no es capaz de dar respuesta a una sociedad cada vez más atomizada e individualista. Pero también que lo que los profesores necesitan no son tarimas ni consideraciones de su autoridad en las leyes sino más recursos, más formación, menos carga burocrática que asegure más tiempo para preparar sus clases, mejoras y apoyos profesionales, y, sobre todo y muy importante, menos demagogia. Porque sólo así se puede conseguir una verdadera autoridad «decente».

NOTAS:

(1): FEITO, RAFAEL (2009): El nivel educativo ¿sube o baja? en Cuadernos de Pedagogía nº 393 páginas 51 y 52

(2) Entrevista a GIMENO SACRISTÁN en VARELA (2007): Las reformas educativas a debate (1982 – 2006). Página 42.

La imagen está tomada de http://www.e-faro.info

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